Creatividad literaria
CEIP SANTA AMALIA
QUÉ PASARIA SI... (5º)
¿QUÉ
PASARÍA SI TODAS LAS GALLINAS YA NO PUSIERAN HUEVOS?
Había una vez un niño llamado David al que le
encantaban los huevos. Hoy ha desayunado un pitufo de tortilla con queso y
tomate, pero no solo con un huevo, ¡dos huevos!, ¡hasta la tortilla salía por
los bordes del pan. No quiso un pan redondo. Fue un pelín cabezota.
El lunes, cuando lo vi en el recreo se había
traído una tortilla sola en papel de aluminio y se la metió en la boca de un
bocado. Eructó y se escuchó hasta en el Calderón. Se contaminó el campo y ya no
era rojo y blanco. Se volvió negro y rojo.
A las dos se vino a mi casa a comer. Él quería
huevos fritos y se los hice. De repente llamó su madre. Nos fuimos a su casa,
hicimos los deberes, estudiamos y juagamos al Fifa 17. Tenía una nevera VIP con
huevos duros. La abrió para comerse uno y ¡habían desaparecido! Le preguntó a
su madre y no lo sabía.
Estaba muy preocupado. Le latía el corazón a 180
km/h como Thebref. Bajó rápidamente al Mercadona y no le quedaban huevos. Se
había parado las fábricas de todo el mundo y se habían acabado.
Y eso es lo que pasaría si se acabaran los
huevos en el mundo. Pero David no sería el único. Serían muchas personas.
Omar H.A.H.
¿QUÉ
PASARÍA SI LOS LIBROS VOLARAN?
Un día mi hermano Miguel, que tiene 16 años, se
despertó a las 7:00 de la mañana y, como siempre, me despierta a mí a las siete
y media. A las ocho menos diez mi madre y él se van al instituto. Cuando llegaron,
abrieron las puertas del instituto y
cuando entraron todos, los libros estaban volando. Algunos niños, o sea, los
empollones, estaban diciendo:
-
¡Cogedlos, cogedlos!
Y a los que les da igual gritaban:
-
¡Bien, hoy sin leer!
Cuando mi hermano volvió a casa a las tres de la
tarde, después de comer nos bajamos a la piscina y me lo contó todo. No se
olvidó ningún detalle, hasta me dijo que los empollones en el recreo se
pusieron a llorar porque ellos en el recreo leen (en su tiempo libre)
Después, ya por la tarde noche, nos duchamos y
nos vestimos porque hoy era viernes y nos fuimos a cenar a un restaurante muy
bonito.
Al día siguiente, como siempre, yo me despierto
temprano y él se levanta muy muy tarde, casi casi para comer. Come y se echa la
siesta. Parece una marmota. Y ya hasta la cena no se activa más. Yo le digo
buenas noches y nos acostamos todos.
Paula R. C.
¿QUÉ
PASARÍA SI TU PERRO HABLARA?
Eran las siete menos cinco y de repente se
escucha una voz desconocida que me dice:
-
¡Buenos días, Alejandra! Te
tienes que levantar.
Yo nerviosa me levanté, abrí los ojos y miré
hacia mi derecha y estaba mi perro Jupi. Yo pensaba que había sido Manolo y
continué con mi día.
Estaba desayunando y mi perro al lado como
pidiéndome comida, y de repente se tira un ¡PEDO!. Olía muy mal y le regañé.
Mientras que le regañaba él me contestó y dijo:
-
¡Lo siento! Ale, no me
aguantaba y como la puerta estaba cerrada y no me podía salir…
Yo me quedé completamente alucinada. No me podía
creer lo que estaba pasando y me puse a gritar como una loca por toda la casa.
Después de eso me escondí y mi perro seguía
hablando con su novia, que era un peluche. Salí del escondite y le hice varias
preguntas.
Mi madre, bajando las escaleras, selo encontró
hablando y le pasó lo mismo que a mí.
Alejandra R. M.
¿QUÉ
PASARÍA SI LOS POKÉMONS EXISTIERAN?
Una mañana me desperté pensando que ese sería un
finde normal pero ¡no! si te despiertas y te encuentras a tu hermano llorando
porque ha roto la Nintendo. Le dije que jugar con la pelota lo reconfortaría.
Entonces bajamos a jugar al garaje.
Al poco rato decidimos jugar al baloncesto con
la canasta no muy alta, claro, y llamamos a los amigos. Hicimos los equipos
bien equilibrados y empezamos a jugar.
Solo pasaron tres minutos, íbamos empatados
15-15, metí un triplazo y apareció un ser extraño, y montándolo una persona
delgada y vieja. Al principio no me lo pude creer porque… ese ser parecía ¡el
legendario pokémon Zapdos!
Todos se quedaron mirándolo y… ¡olvidaron mi
triple y que ganó mi equipo!
Cuando el hombre aterrizó, nos llamó a Mateo, a
Kaloyan y a mí. Nos dijo que cada uno eligiéramos una de las tres pokeballs que
tenía. Mateo cogió la de la izquierda; yo, la del centro y Kalo la de la
derecha. Nos dijo (con voz ronca y grave):
-
Abridlas pulsando el botón del
centro.
Mateo sacó a Rowlet, una pequeña lechuza, yo a
Popplio, una activa foca, y Kalo a Litten, un lindo gatito ígneo.
Los tres estábamos bastante sorprendidos por su
forma de aparecer; pero…¿pokémons? ¿en serio? Entonces nos dijo, como si no
tuviéramos suficiente:
-
Se ha abierto una puerta
dimensional que ha unido vuestro mundo con el mío y muchos pokémons han pasado
por ella. Tenéis que capturarlos antes de que la líen parda.
Nos partimos de risa cuando paró de hablar, pero
a nuestro alrededor aparecieron siete u ocho pokémons. En ese instante el
hombre nos dio mochilas a rebosar de todo tipo de pokeballs y dijo:
-
¿Me creéis ahora?
Y todos afirmamos con la cabeza.
Al principio nos costó un poco capturar a los
pokémons pero nos fuimos acostumbrando. Mi hermano nos miraba como si su mayor
sueño se hubiera hecho realidad. Cuando le cogimos el tranquillo no tardamos
demasiado en terminar.
Como acordamos con él, le dimos todos los
pokémons capturados. La puerta se volvió a abrir, todos desaparecieron y
nosotros juramos no hablar de ello más.
Miguel L. J.
¿QUÉ
PASARÍA SI EL MUNDO FUESE DE CHUCHES, CHOCOLATE Y CARAMELOS?
Esta mañana me he despertado muy rara. Me he
mirado al espejo y era de chocolate, y en cuanto me di cuenta, el armario era
de caramelo y la cama de esponjitas. Intenté despertarme pero no era ningún
sueño, era la realidad. Mi madre decía que todo estaba normal ¿Qué pasaba?
¿Estaba volviéndome loca?
Fui al colegio para ver si era yo sola. Cuando
entré en clase todos estaban igual de sorprendidos. Algunos eran de chocolate
blanco y otros de chocolate con leche, pero el profesor y los demás adultos
veían normal. Algunos gritamos al principio, pero después nos tranquilizamos.
La mayoría de nosotros fuimos al laboratorio. El profesor Jerónimo cogía el césped
que él veía y Mari fue a coger un césped que era de gominolas cortadas en
láminas. El césped lo metimos en agua y le añadimos fosfato, bicarbonato, sodio
y dióxido de carbono y repetimos lo mismo pero con el césped de gominolas. No
había explicación lógica.
Los científicos intentaban saber lo que había
pasado pero nada.
Cuando todos los niños y niñas nos acostamos,
solo queríamos que todo volviese a la normalidad. Y así fue. Cuando nos
levantamos, todo estaba normal. ¿Qué había pasado? No sabíamos. Éramos niños.
Podría ser cualquier cosa.
Sara M. G.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)